miércoles, febrero 13, 2008


Cállate, por Dios, que tú

no vas a saber decírmelo.

Deja que abran todos mis

sueños y todos tus lirios.


Mi corazón oye bien

la letra de tu cariño.

El agua lo va temblando

entre los juncos del río,

lo va extendiendo la niebla,

lo están meciendo los pinos

(y la luna opaca) y el

corazón de tu destino...


¡No apagues por Dios, la llama

que arde dentro de mímismo!

¡Cállate por Dios, que tú

no vas a poder decírmelo!


J. R. Jiménez


1 comentario:

Anónimo dijo...

Éste ya es un poco más profundo. Habrá que ver si lo he entendido.

Por cierto, creo que ya lo había leído antes.