Cállate, por Dios, que tú
no vas a saber decírmelo.
Deja que abran todos mis
sueños y todos tus lirios.
Mi corazón oye bien
la letra de tu cariño.
El agua lo va temblando
entre los juncos del río,
lo va extendiendo la niebla,
lo están meciendo los pinos
(y la luna opaca) y el
corazón de tu destino...
¡No apagues por Dios, la llama
que arde dentro de mímismo!
¡Cállate por Dios, que tú
no vas a poder decírmelo!
J. R. Jiménez
1 comentario:
Éste ya es un poco más profundo. Habrá que ver si lo he entendido.
Por cierto, creo que ya lo había leído antes.
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