Como siguen al sol los girasoles
y viven de su luz y lo respiran,
son mis oídos ya los que te miran,
mi boca quien escucha tus resoles.
No pongas más a prueba ni acrisoles
el amarillo amor en que se estiran,
ni el fulgor tanto alejes al que aspiran
que, por saberlos tuyos, los asoles.
Córtame ya, y arranca lentamente,
sin que la sangre conyugal te alarme,
grano por grano toda mi simiente.
Será ése el mejor modo de acabarme,
pues temo que tu sol indiferente
me deje marchitar sin devorarme.
A. Gala
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