Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta su vida se alza.
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas......
Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.
Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo?
Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.
Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.
La boca tiene sed, para qué están tus besos.
El alma está incendiada de estas brasas que te aman.
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.
De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.
Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.
Pablo Neruda.
3 comentarios:
Esta repetición intencionada seguramente tiene un nombre como técnica literaria que mi ignorancia desconoce.
El tema es el de siempre, lo contradictorio del amor, que duele y cura.
Me quedo, como no, con lo más sencillo:
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.
La boca tiene sed, para qué están tus besos.
Me encanta esta poesía de amor. Es muy bonita. Me gusta que te decidas por tanta fogosidad... Sabes, a mí también me gusta mucho el fuego... Me encanta mirarlo. Ya sabes que es una de las cuatro cosas que uno nunca se cansa de mirar. Me parece, además, un adecuado símbolo para hablar del amor.
"El alma está incendiada de estas brasas que te aman.
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo". Es una poesía estupenda.
Pues nada... que siga ardiendo con fuerza y pasión...
Mientras sostengo el libro en mis manos no dejo de preguntarme cual es la verdadera naturaleza del deseo? qué nos mueve? qué palpita tan incesantemente en nuestro interior que una vez que nuestro deseo se manifiesta ya es imposible detenerlo?
Intento no desearte... pero sólo es un intento que no se completa, porque eres el deseo que no se me cumple...y esta noche mientras leo siento que te deseo más que nunca...
Fragmento de Travesuras de la niña mala. Mario Vargas llosa. Capítulo II El guerrillero...
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